sábado, 18 de septiembre de 2010

JUDAÍSMO HITLERIANO

¿Corría sangre judía por las venas de Hitler?

Se ha apuntado, con fundamento, que el doctor Walter C. Langer, un psicólogo al servicio, simultáneamente, del Tercer Reich y la OSS estadounidense (organización precursora de la CIA), comunicó la existencia de un informe secreto policial anterior a la guerra en el que se decía que el padre de Hitler era hijo ilegítimo de Maria Anna Schicklgruber, cocinera al servicio del barón Rothschild en Viena. Al conocer su embarazo, en 1837, abandonó Viena dando a luz a Alois, el nombre registrado para el padre de Hitler. Al parecer cinco años después se casaría con un panadero de nombre Johann Georg Hiedler. Sin embargo, Alois conservó el apellido de su madre, Schicklgruber, casi hasta los cuarenta años, momento en que su tío Johann le ofreció legitimar su apellido. A merced de la escritura ilegible del párroco encargado del registro de nacimientos, Hiedler, se convirtió, intencionadamente o no, en Hitler.
En relación con la posibilidad de que un Rothschild (imagen Lord Rothschild) tuviera relaciones con alguna criada, el autor de Rules by Secrecy (Gobernar mediante los secretos), Jim Marrs, escribe: «Es significativo que el biógrafo de los Rothschild, Ferguson, afirmara que el hijo de uno de los administradores mayores de Salomon “recordó” que antes de los años cuarenta del siglo XIX, el Rothschild de Viena a desarrollado una afición, algo insensata, hacia las chicas jóvenes. En 1984 el fallecido Philippe Rothschild, descendiente de Nathan, publicó unas memorias que revelaron su “escandalosa vida amorosa”. En particular, decía: "Fue una existencia tremenda..., saltando de una cama a otra como una cabra montesa... Siempre convencido de que mi padre se hizo hombre al montar criadas de mi abuelo”».
Es posible que Hitler descubriera sus antecedentes judíos y su relación los Rothschild, restableciendo el contacto con la «familia». Esto explica el enorme apoyo económico que recibió de la banca internacional vinculada la familia Rothschild durante su ascenso al poder. También, por otra parte,, que la familia de banqueros no sufriera durante el Holocausto. La nueva Enciclopedia Británica lo define así: «Los Rothschild, sobre todo los Viena y París, mantuvieron la unidad familiar necesaria para hacer frente y las grandes tragedias durante el periodo nazi».
Con o sin la influencia de los Róthschild, no hay duda de que el ascenso de Hitler al poder dependía del gran apoyo prestado por los principales bancos alemanes —la banca Schroeder de Colonia, el Deutsche Bank, el Deutsche Kredit Gesellschaft y la firma de seguros Allianz—. Concretamente, parece ser que, en 1943, el Deutsche Bank concedió a Hitler distintos créditos, a saber: 150 millones de marcos para la industria aeronáutica; 22 millones a la BMW; 10 millones a Daimler-Benz (Mercedes). Es muy probable que Hitler rompiera sus vínculos con las sociedades de Vril y Thule porque no quería comprometer los préstamos que recibía vía Rothschild, familia que no estaría conforme con las teorías y afirmaciones raciales de los nuevos años.

A pesar de las claras intenciones de nacionalizar y limitar el poder de los negocios y finanzas internacionales, Hitler tuvo pocos problemas para conseguir financiación de empresas que veían al nacionalsocialismo como alternativa al comunismo. De hecho, poderosos empresarios de los círculos industriales y bancarios de occidente aseguraron el éxito de Hitler. Es más, cuando en 1932 perdió las elecciones en favor del veterano héroe de guerra, el mariscal de campo Paul von Hindenburg, treinta y nueve empresarios, entre los que estaban los Krupp, Siemens, Thyssen y Bosch, firmaron una solicitud dirigida a aquél pidiéndole que diera a Hitler el cargo de canciller de Alemania. Este «arreglo», que colocó a Hitler en el Gobierno, fue elaborado en casa del banquero Kurt von Schroeder, el 4 de enero de 1933. Según un tal Eustace Mullins, a dicho encuentro acudieron los estadounidenses John Foster y Allen Dulles, del gabinete de abogados neoyorquino Sullivan y Cromwell —representante del Banco Schroeder—. Un año después, Rosenberg —que representaba los intereses de Hitler en Inglaterra— se reunió con el gerente del Banco Schroeder en Londres, T. C. Tiarks, a su vez director del Banco de Inglaterra. Este banco alemán actuaría como agente financiero de Alemania, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos.

Hitler, por su parte, había prometido a la familia de banqueros que erradicaría el comunismo en el país. Con el beneplácito de aquellos, el 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller por el ya senil presidente Hindenburg. Una semana después, sobrevino el incendio del Reichstag (Parlamento alemán), en Berlín. La provocación del siniestro fue atribuida a los comunistas, justificación necesaria para que Hitler fuera investido de poderes absolutos gracias al decreto llamado «Ley para eliminar la ansiedad del pueblo y del Estado». Tras la muerte de Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, Hitler fusionó la Presidencia y la Cancillería y se autoproclamó comandante en jefe de las fuerzas armadas y líder absoluto —Fübrer— de toda Alemania.

A pesar de su antisemitismo declarado, los nazis encontraron apoyos en Gran Bretaña, incluso en el Banco de Inglaterra, controlado por los Rothschild. El día de Año Nuevo de 1924, el destino económico de Alemania fue decidido en Londres en el transcurso de una reunión celebrada entre Hjálmar Schacht, el nuevo comisionado del Reich para las finanzas internacionales y Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra. Schacht reveló la dramática situación económica del país y propuso abrir un banco de crédito, el segundo después del Reichsbank, que emitiría billetes de banco en libras esterlinas. El astuto Schacht pidió a Norman la mitad del capital de este nuevo banco. En este sentido, es sorprendente imaginar el alcance de esta medida, que permitiría la colaboración entre el Imperio Británico y Alemania.

Antes de cuarenta y ocho horas, Norman no sólo aprobó el préstamo a tipo fijo muy bajo (del 5 %), sino que convenció a un grupo de banqueros londinenses para que aceptaran esas libras esterlinas procedentes de Alemania por un valor muy superior al préstamo.

No se puede olvidar la ayuda que la familia Bush prestó al dictador, y en concreto el abuelo del presidente George W. Bush, Prescoft Bush, miembro también de Skull & Bones, la sociedad secreta de los Illuminati. Según algunas investigaciones recientes, Prescott y el abuelo materno de George W. Bush, George Herbert Walker, financiaron a Adolph Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Walker era presidente de Union Banking Corporation, una firma que comerciaba con Alemania y que ayudó a los empresarios alemanes a consolidar el poder político de Hitler. Finalmente, la Union Banking se convirtió en una máquina de blanquear dinero.

Walker ayudó también a controlar las operaciones estadounidenses de la línea naviera Hamburgo-Estados Unidos, una tapadera para la unidad de espionaje nazi de la 1. G. Farben en Estados Unidos. Parece ser que esta línea transportaba agentes alemanes a Estados Unidos y dinero para convencer a algunos políticos de que prestaran su apoyo a Hitler. Una investigación del Congreso realizada en 1934 demostró que esta compañía subvencionó campañas de propaganda nazi en Estados Unidos.

Por su parte, Prescott Bush era miembro del Consejo de Union Banking, cuyas acciones fueron embargadas como consecuencia de una investigación que el Congreso realizó sobre Bush y Walker, según la Ley de Comercio con el Enemigo. El Gobierno declaró que una buena parte del imperio Prescoft había beneficiado a la Alemania nazi y contribuido a sus esfuerzos bélicos.
Otra muestra de que para el dinero y el poder no hay amigos ni enemigos, sólo clientes. La posibilidad de que sangre de la familia Rothschild corriera por las venas de Hitler pudo haberle franqueado las puertas de los inversores internacionales que colaboraron en su particular concepto de Nuevo Orden Mundial, el «Reich de los Mil Años».

Fuente: El Gran Complot de Robert Goodman